jueves, 25 de febrero de 2010

La Bikina

     Siempre que escuchaba ésta canción, me preguntaba de donde Don Rubén Fuentes habría sacado esa palabra(la Bikina) y que significado tendría, pero desidioso, nunca me dió por investigar y me quedé con la pregunta cada vez que escuchaba la canción. Hasta que me alcanzó la facilidad de la tecnología, y en éstos días, por puro gusto de escuchar la melodía, le "piqué" a la teclas y me metí al "yu tub" para ver cuantas versiones me daba de la canción. Y por suerte me encontré con un excelente video del Mariachi Vargas de Tecalitlán acompañados por la Orquesta Filarmónica de Querétaro del Director José Guadalupe Flores (así dice), y la verdad es que me entusiasmó de sobremanera y busqué la palabra Bikina en la Web(a) y ¡orale! que me da un buen de versiones, pero ésta es una de las que más me llamaron la atención:


En una noche de tormenta, cruzó por el espacio un lucero luminoso, que fue a chocar contra la cima de un monte, un campesino que había seguido la trayectoria del meteoro, corrió hasta donde supuestamente se había estrellado y cuál fue su sorpresa al ver que en el lugar se hallaba una recién nacida abandonada a su suerte, tal como Superman, historia que también se basa en esta preciosa leyenda.

El indígena la recogió y la llevó a su chocita, su mujer la atendió cariñosamente, inclusive la amamantó, ya que acaba de ser madre apenas hacía dos meses. Pasaron los días y Pedro, el campesino fue a contar al Padre Gonzalo lo que había ocurrido, pues quería un consejo para resolver qué hacer con la pequeñita, inclusive tenía miedo de que lo acusaran de robo o algo parecido.

El sacerdote decidió anunciar el hecho por si alguien sabía sobre los padres de la niña, pero no hubo respuesta alguna, en vista de lo cual, la depositó en un convento cercano con las madres Carmelitas.

La niña creció entre las monjas y cada día sus ojos azules resaltaban más ante la negrura de su cabellera. Se iba tornando de una extraña belleza. Le habían bautizado con el nombre de Carmen y se dedicaba a las labores propias del lugar. Pasó el tiempo y un día la paz del apacible convento se vio alterada por un tiroteo feroz, las monjas corrían por los jardines y trataban de esconderse sin encontrar donde.

A raíz de los problemas de la Iglesia con el Estado, se había formado una liga de defensa religiosa, eran Los Cristeros, y en 1925 el presidente Calles, procedió contra los rebeldes haciendo una persecución por todos los puntos del país, principalmente en Jalisco, en donde este movimiento había alcanzado mayor fuerza. De pronto la puerta se vio abatida por un pelotón del ejército que entró con furia destruyendo lo que encontraba en su camino y ante los incrédulos ojos de las monjas, cayó la superiora por un tiro en la cabeza cuando trataba de impedirles el paso.

Carmen, resultó el blanco de los hombres, que al verla se quedaron prendidos de su belleza. Uno la tomó en vilo y la sacó del lugar y se la llevó, era el capitán Humberto Ruiz. La chica estuvo inconsciente durante días, la fiebre hizo presa de ella, era su estado emocional lo que la tenía tan desgastada. Encerrada 17 años, sin saber de la vida y de pronto había sido ultrajada, sin entender siquiera qué le había ocurrido, sólo sabía que prefería morir antes que seguir aquel martirio y como una defensa a la naturaleza, permanecía inerte.

Despertó por fin y lo primero que vio fueron los ojos acerados de Ruiz, quien le devolvió una sonrisa al verla volver en sí. Ella trató de incorporarse y él no se lo permitió, le trajo agua y con dulzura le limpió la frente con un pañuelo. Así estuvieron por días, él amable, atento y servicial, no la tocaba mas que para acomodarle la almohada o para darle de comer y asearla un poco. No hubo el menor diálogo entre ellos, se diría que no existían las palabras. El intentó romper aquel silencio, pero parecía muda.

Pasaron 3 estaciones y llegó el invierno, el capitán la cargó y la llevó a otro lugar más acogedor. Allí ante las llamas de una chimenea campestre, le besó las manos y llorando le pidió perdón, salió dejándola sola para siempre.

Carmen olvidó su nombre y todo lo relacionado con su persona, alguien le puso La Bikina, caminó por varios pueblos y haciendo trabajos domésticos se mantenía. Ningún hombre podía acercársele, respondía como una fiera ante cualquier insinuación y se daba a respetar, pero intrigaba su soledad y su mutismo. El destino la puso nuevamente frente a Ruiz y en esta ocasión, ella le sonrió, no le dijo nada, pero aceptó caminar su mismo rumbo.

Vivió una noche de amor incomparable y ya para el amanecer salió del lugar subió a la montaña y como la última estrella de anochecer se perdió en el firmamento.

Su historia inspiró a la gente que la conoció como la historia de La Bikina.
     Y estaba yo ya dándo por un hecho que de ésta historia habría nacido la inspiración para tan hermosa melodía, cuando me sale Don Rubén Fuentes explicándo en una entrevista, que la mera verdad, todo se debió a que:
                 
En una soledosa tarde de playa en Acapulco, el compositor andaba “paseando” la mirada entre las bañistas de apretados bikinis. El sol rayaba el cenit y que, acalorado se refrescaba con la brisa marina en uno de los puertos más hermosos del mundo.

A su lado, su hijo Alejandro y, a escasos metros, su entonces esposa, la actriz Martha Roth. Ansiaba tomar algo refrescante, pero recibía un arsenal de preguntas de su heredero.

Transcurría el año 1964 y era la primera vez que su hijo veía el mar y sus pies gozaban de la cálida arena. El menor, acostumbrado siempre a ver a las mujeres de vestidos largos observó a estas en diminutos trajes y le preguntó el porqué llevaban tan poca ropa. Este le explicó que iban con un traje enterizo llamado “bikini” pero el niño le comentó que tratándose de mujeres debía llamarse “Bikina”. El cadencioso paso de una mujer de la que Fuentes no le desprendió la vista y el nombre que le dio su hijo, dieron pie a una de las más hermosas canciones: “La Bikina”, mundialmente famosa.

Y al son jaliciense decidió perpetuarla con el Mariachi Vargas de Tecalitlán. Tiene casi un símil a la leyenda de Penélope en la que un caminante paró su reloj una tarde de primavera para observar la belleza de la mujer.

La Bikina es, de las que integran el repertorio latinoamericano, una de las canciones que destilan más nostalgia. Vaya poder evocativo el que tiene esta joya. Esta pieza mexicana fue compuesta por Rubén Fuentes, y la letra es de Maria Jose Quintanilla, y describe la leyenda de “La Bikina”.
     Y aquí por último les dejo éste gran video del que les comentaba y que espero  les guste tanto como a mi.

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