miércoles, 7 de abril de 2010

Las Cabezas

     Viñeta No. 26 del libro "El cura Hidalgo y sus Amigos" de Don Paco Ignacio Taibo II


     Por orden del general brigadier Calleja y para hacer escarmiento, las cabezas de los fusilados en Chihuahua fueron transportadas a Guanajuato.
Un herrero de nombre Modesto Pérez fue el encargado de manufacturar cuatro jaulas de hierro que con las cabezas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez serían instaladas como adorno en las cuatro esquinas de la Alhóndiga. Símbolo contra símbolo.

Un letrero que decía que las cabezas pertenecían a "insignes facinerosos y primeros caudillos de la revolución", acompañaba la macabra ofrenda.

En esas estaba el verdugo, metiendo en su jaulita la cabeza de Allende, cuando un gachupín llegó clamando venganza y se dedicó a patear la jaula de barrotes de hierro en la que estaba la cabeza de Hidalgo, haciéndola rodar por los adoquines. Luego muy ufano, se trepó a su caballo y se lanzó cuesta arriba, pero el animal exitado no respondió al freno y lanzó a su jinete al suelo, donde el gachupín se rompió la pata izquierda.

Una anciana sabia dijo en voz muy alta, para que todo el mundo la oyera: "Dios castiga sin palo ni piedra".

La bola de insurgentes enmascarados, que siempre hay por todos lados, se limitaron a darle sonrisas y zanahorias al caballo.

El verdugo colgó las jaulas con las cabezas, pero sin mayores irreverencias, no fuera a ser la de malas. Ahí se acabaron de pudrir al sol descarnándose. El trofeo de la contrarrevolución permaneció en la plaza durante diez años.

Todavía en Guanajuato me he encontrado personas que me cuentan que en las noches sin luna, los ojos de Hidalgo siguen mirando a los paseantes que cruzan la plaza de la Alhóndiga.

     

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